miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Che y la lucha armada

Que los pueblos del tercer mundo, oprimidos por oligarquías locales parasitarias y despiadadas, que actúan como agentes domésticos de las grandes potencias de Europa y Norteamérica, han de acudir a la lucha armada, cuando sea menester --o sea, cuando esas oligarquías en el poder bloqueen por la represión toda posibilidad de avance pacífico, no ya a una sociedad más justa, sino incluso a la consecución de pequeñas mejoras dentro de la propia sociedad capitalista--, ésa no es ninguna tesis original del Che, sino que ha sido propuesta por muchas personas que han reflexionado sobre las condiciones de vida y las relaciones sociales en esos países, tanto dentro como fuera de la tradición marxista. En efecto, muchos no marxistas han visto así las cosas y hasta han participado en la lucha armada contra los poderes capitalistas. Cabe recordar al P. Camilo Torres, de Colombia, a los muchos militantes y dirigentes sandinistas que no han pertenecido al movimiento marxista, para no hablar de los muchos combatientes antiimperialistas de diferentes países de África y de Asia que, desde muy diversas visiones del mundo, desde ideologías de lo más dispares, han tenido eso en común: la convicción de que, en las condiciones de sus respectivos pueblos, era una obligación moral para ellos participar en la lucha armada contra el desorden establecido.
Si el ser marxista no es, pues, condición necesaria para abrazar la causa de la lucha armada --bajo circunstancias bien determinadas, desde luego--, tampoco es condición suficiente. El [quizá mal]llamado "marxismo ortodoxo" oficial, desde 1956, o bien abandonó toda idea de la lucha armada, o bien de hecho vino a renunciar a ella en la práctica. Y hoy la mayoría de los [pocos] que todavía se proclaman marxistas abominan de cualquier idea de ese género, como suelen abominar de todo lo que huela a revolución, pensando que el capitalismo es un mal menor.
Cuál mal sea mayor y cuál menor es algo que no cabe zanjar mediante ningún algoritmo. Posiblemente las [des]ventajas del sistema capitalista y las del comunista sean inconmensurables entre sí. Aunque no lo sean, no existe ni puede existir procedimiento de decisión mecánico para averiguar cuáles sean mayores. Como tantas otras cosas en la vida, la opción probablemente se efectúa entre alternativas imperfectas, cada una con su pro y su contra, y sin que ni siquiera quepa determinar cuál sea, cuenta habida de todo, mejor o menos mala.
Ahora bien, si, así en general, no cabe determinarlo, sí que cabe para alguien inserto en un contexto social particular otorgar prioridad a ciertos valores sobre otros y, a partir de esa prioridad, actuar en consecuencia. No sólo cabe sino que resulta a menudo obligatorio.
Ernesto Guevara de la Serna fue una de esas personas que, desde su inserción en su particular contexto social, sintieron esa llamada a optar resueltamente contra el capitalismo. No porque el Che tuviera ilusiones de que fueran o pudieran ser perfectas las alternativas posibles, viables, reales, al sistema capitalista --pronto vamos a ver cuán consciente era de lo contrario--, sino porque, mirada la dicotomía entre capitalismo y comunismo desde la situación de los trabajadores y la gente pobre de Argentina bajo el peronismo, del Paraguay, de Perú, de Chile, de Colombia, de Venezuela, países que por los que viajó siendo muy joven, a pie o en bicicleta[6], se perfilaba que, fueran cuales fuesen los males de un sistema colectivista, la situación insufrible de los parias latinoamericanos forzaba moralmente a una opción por el derrocamiento del sistema imperante. Y que no podía llevarse a cabo pacíficamente lo patentizaba tanto la violenta represión por las oligarquías locales --siempre auspiciadas, cuando no azuzadas a ello por Washington-- cuanto, más en particular, la experiencia que al Che le tocó vivir en Guatemala en 1954. El Che llegó al país centroamericano para dedicarse a la medicina benévola, siendo presidente Arbenz, quien practicaba una política de reformas prudentes. La CIA y la United Fruit Co. no lo consintieron, sino que armaron y empujaron a los militares a derribar al gobierno constitucional. Desde entonces Guatemala vive bajo el terror de los grupos castrenses de turno, o de sus apoderados civiles. De algún modo, era para el Che, tras cuanto había conocido en América del Sur, la gota que colmaba el vaso, y que corroboraba la tesis de que las oligarquías locales y sus superiores estadounidenses no sólo nunca cederían pacíficamente el poder, sino que ni siquiera consentirían en disminuir el cúmulo de privilegios que disfrutaban, mientras la situación de miseria de la mayoría de la población seguía igual o se agravaba. Y eso que no le tocó vivir una coyuntura como la que sufre América Latina hoy, con un deterioro espantoso del nivel de vida de la mayor parte de la población.
Convencido, pues, de la necesidad de la lucha armada, el Che se convirtió en uno de los teóricos de la misma. La influencia de sus escritos sobre tal cuestión en los movimientos revolucionarios no puede compararse a la que han tenido las obras de Mao Tsetung o de Vo Nguyen Giap. Explícase ello si se tiene en cuenta que las la luchas armadas que se han desarrollado --y sobre todo, que han triunfado-- han tenido lugar mucho más en países de Asia y de África que en América Latina.[7]
Hay tres tesis principales propuestas por el Che el comienzo de su escrito «La guerra de guerrillas»[8]. Helas aquí:
1º Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.
2º No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.
3º En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.
La más original --y también la más criticada-- de esas tres tesis es la segunda. En sostener las otras dos, el Che no se distancia de los puntos de vista de Mao o de Giap, aunque pueda apartarse de ellos en cómo articula después los lineamientos de una estrategia y de una táctica, cosas que caen fuera del ámbito de la presente Nota.
¿No constituye un voluntarismo desmedido el afirmar la tesis 2ª? Así se ha dicho. Se le ha reprochado al Che que, obnubilado por ese subjetivismo, se haya lanzado él y haya empujado a otros a aventuras sin perspectivas de éxito, desde la congoleña hasta la boliviana. Se ha alegado que, lejos de ser verdadera esa tesis 2ª, lejos de estar confirmada --según lo asevera el Che-- por la experiencia de Cuba, lo cierto es que sólo se puede emprender una la lucha armada cuando existen, ya dadas, todas las condiciones, las cuales, precisamente, ya habrían estado dadas en Cuba en 1956 cuando Fidel Castro inicia su acción armada con el desembarco del Granma.
Sea o no certera la tesis del Che, es injusto someterla a debate sin tratar primero de determinar exactamente qué quiere decir, sin examinarla en el contexto en que la sitúa su autor. Leamos lo que nos dice dos párrafos después al respecto (ibid., pp. 31-2):
Naturalmente, cuando se habla de las condiciones para la revolución no se puede pensar que todas ellas se vayan a crear por el impulso dado a las mismas por el foco guerrillero. Hay que considerar siempre que existe un mínimo de necesidades que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco. Es decir, es necesario demostrar claramente ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones sociales dentro del plano de la contienda cívica. Precisamente la paz es rota por las fuerzas opresoras que se mantienen en el poder contra el derecho establecido....Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica.
Los párrafos citados resumen el talante de la mente del Che: su revolucionarismo es siempre realista y mucho más prudente de lo que se suele creer. Las ideas del Che no proporcionan ningún aval a aventurismos que quieran prescindir del estudio de la realidad particular en sus diversas facetas. Especialmente vemos su crítica a toda idea de la lucha armada allá donde la burguesía dominante mantenga formas, aunque sean falaces y aun fraudulentas, de legalidad electoral. Sólo cuando las clases dominantes reaccionarias rompen violentamente sus propias instituciones ante el temor a triunfos electorales de personas o grupos que no les sean incondicionalmente adictos, sólo entonces es viable una la lucha armada. Y si sólo entonces es viable, sólo entonces es lícita.
Pero, por otra parte, hacen falta más condiciones. El Che no las enumera. Su escrito no pretende ofrecer una lista de tales condiciones, sino que, a ese respecto, meramente trata de argumentar a favor de su tesis y de precisar el alcance y significado de la misma. Está claro que hay ciertas condiciones mínimas sin las que no es posible ni, por lo tanto, lícito el emprender una la lucha armada. También está claro que hay condiciones necesarias para el triunfo de esa lucha armada. Una idea común es la que identifica las unas con las otras. Y es esa idea la que impugna el Che. Hay, según él, circunstancias propicias para el inicio de una la lucha armada aunque no sean todavía propicias para su triunfo; el paso a una situación que sí lo sea puede ser causado, en parte al menos, por la propia la lucha armada. En lugar de ver a ésta meramente como efecto de las condiciones socio-políticas, cabe verla como en parte co-causante de algunas de ellas.
Formulada así, esa tesis segunda casi parece une perogrullada. Que una acción o una empresa humana no sólo resulte posible a partir de determinadas condiciones objetivamente existentes sino que pueda contribuir con su propia existencia a la ulterior modificación de las condiciones y pueda así contribuir a que se den condiciones para el éxito de la empresa en cuestión, eso es algo que no necesitaba ser enunciado por ningún genio. Sucede empero a menudo que las verdades de Pero Grullo caen en el olvido, y toca a la persona de talento recordarlas.
La tesis del Che es probablemente verdadera. Lo que pasa es que de antemano no existe ningún procedimiento para averiguar fehacientemente si están dadas todas las condiciones para el inicio de una acción o de una empresa humana (e.d. todas las que se requieren para que esa acción pueda al menos arrancar, en vez de fracasar desde su comienzo). Menos aún hay procedimiento alguno que permita determinar sin lugar a dudas si la empresa por iniciarse podrá desarrollarse ulteriormente hasta alcanzar el éxito, o no. En todas las acciones humanas hay un enorme margen de incertidumbre. A falta de algoritmos, tócales a los emprendedores respectivos el actuar con tino y prudencia. Estamos aquí, como en tantas otras cosas, en ese conflicto entre las dos virtudes opuestas de la valentía y la prudencia que subraya Platón en su diálogo El Político[9]. Nadie puede de antemano garantizar el éxito. Pero hay circunstancias en que una empresa está tan obviamente justificada a los ojos de una gran parte de la opinión, y en que su inevitabilidad se impone de tal manera, que es lícito iniciarla, tras haber sopesado cuidadosamente la situación, aun sin poder tener certeza de sus perspectivas de triunfo.
En realidad, si miramos retrospectivamente la historia, nos percatamos de en qué alta medida era incierto el éxito de muchísimas empresas que sí lo obtuvieron, y en qué alta medida también parecía seguro --aunque, según se vio luego, no lo era-- que triunfaran otras que, a la postre, periclitaron. Es un asunto controvertido el de si la historia camina o no según unas leyes de avance necesarias. Pero de que sí suceda así no se sigue --aunque muchos hayan caído en la confusión-- que cada empresa que, supuestamente, vaya en el sentido del avance históricamente necesario haya de tener, ella misma, un éxito garantizado de antemano. Como no se sigue tampoco que esa acción de las leyes de avance histórico necesario hayan de operar independientemente de la acción humana a través de la cual se realicen. Eso sería caer en lo que Leibniz llamara el sofisma de la razón perezosa: es desconocer que la necesidad de que se lleve a cabo tal acción (o, en este caso, ni siquiera eso sino: una u otra acción de tal índole) --y de que, como resultado de ella, se produzca tal hecho-- no acarrea que el hecho se vaya a producir independientemente de la acción o sin ella.
El Che escribió acerca de la lucha armada en condiciones distintas de las de la América Latina de hoy, muchísimo más urbanizada, en la cual el campesinado es minoritario. Nada asegura que el cúmulo de orientaciones propuestas por el Che en ese y otros escritos puedan ser correctamente aplicadas en el futuro. El Che era ante todo un revolucionario crítico, estudioso de la realidad, racional, argumentativo. Sería hacer un flaco favor a la causa por la que él dio su vida el querer aplicar todo lo que él dijo sin atender a los errores que pueda haber en ello ya en la misma situación en la que él escribió, y luego al cambio de circunstancias. Tomar como modelos a los grandes hombres del pasado no significa copiar lo que hicieron ni aplicar forzosamente lo que dijeron que se había de hacer.
Sin embargo, en la actual situación de nuestro planeta (estando postrados los pueblos del tercer mundo en general y de América Latina en particular en una espantosa situación de miseria creciente, que llega incluso a menudo a ser de hambre, no llevando traza ninguna la economía de mercado de brindar ni aun suavizaciones de esa situación, sino todo lo contrario, cuando además hasta los tímidos intentos de evolución legal y pacífica hacia una disminución de las injusticias --como el emprendido por el P. Jean Bertrand Aristide en Haití-- se ven frustrados por intervenciones armadas estadounidenses o por golpes militares) hay indicios razonables de que no andaba errado Ernesto Guevara cuando afirmó la necesidad de la lucha armada revolucionaria para sacar a los países de América Latina del marasmo y la desesperación a que los ha llevado el capitalismo.

viernes, 31 de octubre de 2008

Carta del Che a sus hijos















Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:


Si alguna vez tienen que leer esta carta será porque ya yo no esté entre ustedes.

Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada.Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y seguro ha sido leal a sus convicciones.
Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza.
Acuerdense que la Revolución es lo más importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.
Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Hasta siempre, hijitos, espero verlos todavía.

Un beso grandote y un abrazo de Papá.